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     Inicio aquí una serie de textos dedicados a la reflexión y a la creación literaria. Si es demasiado complejo, me avisáis.

3/V/96, MÁLAGA


DE LA FELICIDAD  DEL HOMBRE Y OTROS MENESTERES


I


Agarrarse a lo cotidiano. Así la fortuna, el futuro, la muerte, la justicia… dejan de ser. Destruir todo lo demás. Dejan de ser intragables y preocuposos. Dejan ser sin más. Por cierto, el alambique con el que me han obsequiado los dadivosos Reyes, es como el de la imagen. 

Montarse en ideales políticos, de ciencia, filosofía… Volar más alto, rápido, más fuerte. En el saber todas las respuestas. Y no sentir, por qué se sobrevuela, porque se sobrevuela.

Nada.

Que lo único que sirve de apoyo al hombre frente a los abismos, de empuje ante toda distancia,  es el deseo, el deseo y su voluntad.

Porque la verdad no existe para el espíritu humano, o hay tantas como hombres, o no cabe en su alma, o es ilegible (porque el hombre jamás encontrará una clave, la clave con que entenderse con toda hondura -y así amarse. Porque la clave no será dada, ni siquiera está fuera).

Sólo puede nacer una clave dentro de cada ser, fruto de una conciencia -el lecho- y una libertad -los cuerpos-, de amor -las circunstancias- y deseo -la vista atrás, que es el vacío que achucha; … las manos, el tacto con que agarrar y eternizar saboreando la cumbre y lo que es nuestro y no de este mundo (como arremangarse esta realidad de cuello vuelto y asomar la mente al cielo, a la cueva del tesoro de todas las respuestas; … como estallar en infinitas partículas en infinitas direcciones en la distancia infinitamente alejándose, para poder así casi admirar, casi captar un instante que no recordaremos, casi invisible y pequeñamente ver un minúsculo e inabarcable reflejo en la pupila de Dios; … como caer y chorrear en un tubo por el que no cupiesen los pies, o la cabeza, o el cuerpo, pero sintiendo como se derrama nuestro sentido en nuestro sentimiento por los alambiques de algo que parece la muerte, destilándonos, olvidando algo a lo que volveremos, haciéndose vapor para perder materia, licuándonos para más perdernos y terminar deslizándonos: como una gota de rocío que ha dorado y puesto en sazón un amanecer lentamente inmenso, sin fin, y que caerá desde lejos, de arriba del acantilado…

… al mar del Divino que es su vientre, génesis, y hacerse burbuja, feto donde recibir sabiduría amorosa de su frente hasta lo impensable, … al mar).

* * *

Que hay que curiosamente darse cuenta, que al fin y al cabo la razón no tiene nunca la última palabra, de que es la magia o el misterio lo que más pesa a la hora de concluir y aceptar ilusiones y creencias. Es la fe lo que llena de alegría, la certeza en la que de repente se nos presentará un tironcito que nos parará y enseñará la sabiduría y el tiempo, la fe en unas leyes y misterios que no se encuentran en la realidad, sino que inciden sobre ella, que no pueden descubrir instrumentos sino ESPÍRITU.

Puede que la progresista suociedad y científica como única, alcancen que el hombre olvide sus tristezas, sus “huecos”, y consiga que no tenga la necesidad de encontrar a Dios, a sí. Mas ese hombre o no existe o no sería tal: porque en toda vida hay siempre una esquina que al volver nos deja solos; … una cuesta en la que perdemos de vista los amigos, los ruidos, las ciudades, la pertenencia a la corriente del río.

… Y nos quedamos solos, tremendamente solos, no nos llega nada o la nada es lo único que nos llega, esa soledad que ya no nos deja volver a ser el mismo, porque en su compañía, oímos, vemos, tocamos, … sentimos de ese alguien la PALABRA:

“La muerte no tiene un significado, la vida no puede dárselo. Es más bien un principio.”

…Y empezamos a llorar, reír.

 

 

Post Author: ReyVindiko

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