Inicio en esta sección una serie de casos reales que, salvo que mi estimado donfran matice o corrija alguna fecha o dato, corroboran que la realidad siempre supera a la ficción.
El 7 de noviembre de 1874, la revista norteamericana American Medical Weekly dio a conocer un extraordinario e increíble caso de inseminación involuntaria presentado por el doctor T.G. Capers. Según el testimonio de este doctor, durante la batalla de Raymond, entablada junto al río Misissippi el 12 de mayo de 1863, un soldado, amigo personal del doctor Capers, fue herido por una bala que le atravesó el escroto, llevándosele el testículo izquierdo. Al parecer, la misma bala penetró en el abdomen de una muchacha de 17 años que estaba casualmente en el mismo paraje. Doscientos setenta y ocho días después, la muchacha dio a luz a un niño de casi cuatro kilos de peso, sin que en ese desenlace interviniese, según testimonio de la joven, más que la providencia. Lo que vino a corroborar la versión inocente que daba la muchacha fue que, tres semanas después, el mismo doctor Capers operaba al bebé, extrayéndole un cuerpo extraño, que resultó ser una bala idéntica a las que había utilizado el enemigo en la batalla ocurrida en el lugar nueve meses antes. El broche final de esta increíble pero al parecer verídica historia, fue que el escéptico soldado visitó a la madre de su supuesto hijo accidental y entre ambos surgió algo más que una afinidad, que pronto acabó en matrimonio. La pareja tendría después otros tres hijos, concebidos, eso sí, de una manera más voluntaria.
El médico y químico holandés Hermann Boerhaave (1668-1738) legó al morir un libro sellado, con el título Los secretos más exclusivos y más profundos del Arte Médico. El libro, aun sellado, fue vendido en pública subasta por el precio de 20000 dólares en oro. Cuando el nuevo propietario rompió el sello y abrió sus páginas, se encontró con un libro totalmente en blanco, salvo la página del título en la que se podía leer una nota al pie manuscrita por el autor que decía: ” Conserve la cabeza fresca, los pies calientes y hará empobrecer al mejor médico del mundo”.
Durante la llamada Ley Seca puesta en vigor en los Estados Unidos en los locos y felices años veinte, se vendían unos paquetes de zumo de frutas en los que se podía leer el siguiente mensaje: “Atención: el contenido de este paquete no debe ponerse en una vasija de barro, mezclado con levadura y ocho litros de agua, porque entonces se obtendría una bebida alcohólica cuya fabricación está prohibida”.
Hace aproximadamente medio siglo se comercializó en Estados Unidos (cómo no) con gran éxito el vitalizer, un aparato fraudulento, supuestamente revitalizador, consistente en una linterna eléctrica unida a una varilla de metal por un cable. Esta varilla se introducía por el ano del usuario, encendiéndose a la vez la linterna. De este modo, una corriente eléctrica recorría todo el cuerpo, llevando (según los estafadores que lo lanzaron al mercado) la juventud y la revitalizada fuerza al cuerpo de quien siguiera este sencillo procedimiento.
Para demostrar que, llegada la circunstancia, los tripulantes de los submarinos hundidos podrían salvarse siendo lanzados a través de los tubos lanzatorpedos sin sufrir daños, en 1909, el alférez estadounidense Kenneth Whiting se hizo lanzar de esta manera a través de las toberas del submarino Porpoise, sumergido en aguas filipinas, sin sufrir daño alguno.
Eddie Gaedel pasa por ser el único enano que ha participado en una de las Ligas Mayores de béisbol americano. Este bateador de sólo 99 centímetros de altura (que vestía un uniforme con el dorsal 1/8) fue contratado por los Saint Louis Browns con la esperanza de aumentar la asistencia de público a los partidos de su equipo y bateó una sola vez, ganando una base tras lanzamientos fallidos del pitcher, en el partido que enfrentó a su equipo contra los Detroit Tigers el 19 de agosto de 1951. Ese mismo equipo fue también el primero en contratar los servicios, ese mismo año de 1951, de un psicólogo.
Claro que aun más raro es el caso de Hugh L. Daly que, entre 1882 y 1887, fue jugador profesional de béisbol, estando enrolado en diversos equipos de las Ligas Mayores como segunda base. Lo asombroso es que Daly sólo tenía un brazo…