El metro “revolucionario” (III)

La unidad de longitud del actual sistema internacional de medidas surge gracias al interés del más conocido “camaleón político” de la historia, Talleyrand (1). Obispo revolucionario, en 1790, ministro de Exteriores en la Primera República, también con Napoleón, e incluso presidente del Consejo de Ministros con Luis XVIII. Pues bien, este político propuso en la Asamblea Constituyente francesa, el 8 de mayo de 1790, la adopción de un patrón de longitud, basado en la longitud del péndulo batesegundos a 45º de latitud, siguiendo una mecánica decimal para obtener los múltiplos y submúltiplos. Sin embargo, esta medida política, pues iba acompañada de un ofrecimiento universal para que todos los países siguieran la unificación francesa, no tuvo excesivo respaldo en la Academia de Ciencias. Una comisión integrada por Borda, Lagrange, Laplace, Monge y Concordet rechazó el péndulo por segundos, pues la medida de su longitud dependía de la unidad de tiempo. Rechazó también la medición del cuadrante ecuatorial, pues no ofrecía ventajas sobre el meridiano, siendo éste de más fácil acceso y se pronunció a favor de recomendar la longitud del cuarto de meridiano como medida tipo. La Asamblea acogió esta propuesta favorablemente, y el rey Luis XVI firmó el decreto de unificación el 30 de marzo de 1791, tres meses antes de ser preso en el Temple, y veinte antes de su ejecución. El decreto también acogía el encargo de la medición del arco del meridiano comprendido entre Dunkerke y Barcelona y la denominación del nuevo patrón de unidad de longitud con el nombre de metro. Dicho arco abarca 9,5º y sus extremos corresponden a puntos situados al nivel del mar, uno al Norte y otro al sur del paralelo 45º. Se midieron más de 100 triángulos formando una cadena ininterrumpida entre Dunkerke y Barcelona. Los vértices de los triángulos catalanes fueron: Puig Calmellas, Ntra. Sra. del Mont, Puig Sacalm, Rocacorba, Matagalls, Puig Rodó, Montserrat-San Jerónimo, Mont Matas y la base del mástil  del castillo de Montjuic en Barcelona  

Así , la Convención Nacional de la Primera República, en uno de sus primeros actos, adopta provisionalmente el nuevo sistema de medidas, por un decreto de 1 de agosto de 1793: ” Su unidad lineal, la diezmilmillónesima parte del cuarto de meridiano terrestre, se llamará metro, valiendo 3 pies, 11,94 líneas de París. Una longitud de 1000 metros será el millar, estando previstos, el decímetro, centímetro y milímetro.” En el decreto de creación se observan ciertas curiosidades. El nombre de metro proviene del griego metron (medida), sin embargo, los submúltiplos y el único múltiplo derivan del latín. La justificación de la falta de uniformidad lingüística está en que mientras que el metro fue bautizado por Borba, presidente de la comisión de la Academia de Ciencias, sus submúltiplos lo fueron por Prieur ( jacobino).

En el mismo decreto también surge la creación de la unidad de peso, peso de un decímetro cúbico de agua a la temperatura del hielo fundente, llamado grave, y que había sido determinado por Hauy y Lavoisier, que poco tiempo más tarde sería guillotinado. Después, la Convención borra de un plumazo la Academia. La República ” no tenía necesidad de sabios”. Bien que los solicitó para defender el país y restaurarlo, tan sólo unos meses después.

La fiebre revolucionaria pasó, y cinco años después, la República necesitaba consolidarse y “lavar su imagen”. Aquí tenemos de nuevo a Talleyrand, Ministro de Exteriores, exportando sus medidas unificadoras decimales a Europa, que las acoge favorablemnte, excepto Inglaterra, todavía en guerra con Francia. Por eso los países de influencia anglosajona, siguieron utilizando la yarda, el pie y la libra, aunque se recomendara el uso del métrico decimal ya a partir de 1791. Por fin el 10 de diciembre de 1799 “nace” el metro y el sistema métrico con la ley que ratifica la creación de dicho patrón de medida en el decreto del 93; redefine la unidad de “peso”, como el kilogramo, y ordena se construyan patrones en platino. Así, el primer metro patrón será una regla de platino, de sección rectangular, con las marcas en sus extremos, realizadas por Lenoir, marcas que abarcan un metro. Será llamado “Metro de los Archivos”, que junto con el Kilogramo patrón, cilindro de platino con una altura igual a su diámetro, ajustado por Fortin, se conservarán en los Archivos de la República.

No os creáis que “la aventura del metro” termina con el siglo XVIII; nada de eso. Nuevamente interviene la política y la historia. Talleyrand cae en desgracia con Napoleón, que había estudiado en la Academia de Artillería, toda su Física, en toesas (ver parte I) y por real decreto de 12 de Febrero de 1812, vuelve la toesa y la libra y se prohíben, metro y kilogramo, ocurriendo la curiosidad de que mientras en muchos países europeos estaba establecido plenamente el sistema métrico decimal, en Francia, donde había nacido, no se podía emplear. Unos meses antes de morir, Tayllerand consigue que el Parlamento francés, el 4 de julio de 1837, derogue el decreto de 1812, y aconseje la reimplantación del sistema métrico decimal, sólo a partir de 1840, donde su no uso será penalizado a través del artículo 479 del Código Penal francés…

(1) Para los amantes del teatro aconsejo la obra “La Cena” protagonizada por Carmelo Gómez y Josep María Flotats. En esta obra del dramaturgo francés Jean Claude Brisville, dos personajes muy influyentes que se odian entre ellos hilvanan, durante una cena, una componenda  para su supervivencia política cambiándose de abrigo, chaqueta y compañía en función de sus intereses ; y llegando, incluso, al acuerdo para restaurar en la monarquía a Luis XVIII, como efectivamente ocurrió. Estos dos personajes eran el mencionado Tayllerand y Fouché.

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