Los patrones de medida fuera del entorno natural humano (II)

Hasta el siglo XVII, el ser humano y todo lo que le rodeaba serían el punto de partida para cualquier medida: la vara, la yarda, la braza, la toesa, el palmo, el pie… intervenían como patrones en cualquier transacción comercial que implicase una medida de longitud. ¿Cuándo la medida se hace más técnica, más física y por lo tanto más exacta? El primer intento se realiza a partir de la forma y dimensión de nuestro planeta. En 1670, Mouton, vicario de Lyon, propone un sistema universal de medidas de longitud tomando como base la longitud de un arco de meridiano equivalente a un minuto de ángulo. Esta unidad la denomina milla. Sin embargo, no es una versión original; el minuto de arco de meridiano, como unidad de longitud fue idea del matemático inglés Gunter, setenta años antes, y el nombre ya era empleado por los romanos (millia-ium es un millar), pues equivalía a mil pasos (milia passuum), o sea, 5000 pies. En cambio, lo que sí serían originales eran sus submúltiplos, en un mecanismo decimal. Su milésima sería la virga (vara en latín), y su diez milésima, la vírgula (varilla). Ahora bien, hacía falta algo más tangible; un patrón que se pudiera obtener fácilmente a través de un experimento físico. La idea la lanza un año después de la de Mouton, Jean Picard, astrónomo francés. ¿Por qué no tomar como patrón de longitud la del péndulo cuyo período de oscilación fuera de dos segundos (batesegundos)? Sin embargo, tenía un inconveniente que constató y que naturalmente invalidaba la constancia de todo patrón de medida. Esa longitud no sería igual en París, que en el ecuador. Por ello, La Condamine, en 1747, después de su expedición al Perú para medir la curvatura de la Tierra, comprobando las teorías de Newton, aconseja la adopción del patrón longitud, la del péndulo que bate segundos en el ecuador. Idea enfrentada con la de Prieur, que pretende sea París la que con su gravedad (1)determine dicho patrón. Aquella expedición entre otras cosas aportaría el descubrimiento del caucho y del metal llamado “platina del rio pinto”, por Antonio de Ulloa, íntimamente relacionado con los patrones de medida.

Como podemos apreciar, existía a finales del siglo XVIII una enorme confusión de ideas acerca de los patrones y de cómo abordar su unificación, aunque en la conciencia de todos los científicos flotaba la idea de una perentoria necesidad de la misma. Si la situación no era clara acerca de la idea, tampoco lo estaba acerca del material en el que se marcaría dicho patrón.

El primer material empleado fue la madera y el bambú (en China). Le sucedió el hierro, y a éste, el latón y el acero. Sin embargo, en 1790, Le Prieur va a proponer un nuevo material: el platino, descubierto cuarenta años antes, inerte a los ácidos y que no envejecía ni se alteraba, y que al parecer no “tenía ninguna utilidad”, para materializar la longitud del péndulo batesegundos. Los que leáis ésto os asombraréis, pues hoy en día, un patrón realizado en platino sería de un costo inverosímil, y es que todavía no se había usado en joyería, ni era distintivo de riqueza y poder, tal como otros metales preciosos. Pasó lo mismo con los percebes y los langostinos; hace 100 años se tiraban por “incomibles”, o como el uranio, descubierto también por aquellas fechas, que no “servía para nada” y era desechado en las minas bohemias de Joaquimsthal…

(1) El período T de un péndulo, la longitud l del mismo y la gravedad g de la Tierra; están relacionados en la siguiente expresión matemática:

T = 2 Π Ö l/g

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