Por si el ejemplo de esa “persona humana” que le exigía 20.000 euros en concepto de reparación a la familia del joven que había matado en un accidente de tráfico no fuera suficiente, me dispongo a poneros algunos ejemplos, rigurosamente históricos, que demuestran que, después de todo, la bomba atómica sí que es un gran invento, siempre y cuando se sepa dónde lanzarla. Al respecto, se me ocurren una serie de lugares que, por prudencia, me reservaré (de momento).
En plena batalla de Waterloo, y cuando más feas se le estaban poniendo las cosas a las tropas comandadas por Wellington, que empezaban a mostrar signos de flaqueza ante los repetidos asaltos de las fuerzas napoleónicas, aparecieron por un flanco sus aliados prusianos cuyos uniformes, desde la distancia, se asemejaban en cierto modo al de los franceses, lo que unido al natural desorden que reina en todo campo de batalla, provocó que los aliados británicos y prusianos se cañonearan entre sí con una saña digna de mejor causa. Finalmente, y con grave riesgo de su vida, un oficial prusiano consiguió llegar hasta las posiciones británicas para hacerles comprender su error pero éstos, aunque reconociendo que sí, que estaban disparando a sus aliados, se negaron a detener su mortífero fuego hasta que no lo hicieran los prusianos porque, después de todo, “eran los prusianos los primeros que habían disparado”.
Si dispongo de tiempo, en el futuro pondré muchos más casos semejantes que muestran la absoluta estupidez humana. Como para creer en la especie humana, por supuesto.