Se dan aquí una serie de directrices para que al comentar los textos propuestos puedan buscarse una serie de detalles característicos de cada autor. Lo que hay que procurar, por tanto, es intentar justificar que el fragmento que se nos propone pertenece a ese escritor buscando el estilo que lo define, los temas sobre los que escribe, el lenguaje que utiliza, que son los elementos que se esbozan a continuación:
Generación del 98
Dentro de la nómina de autores que pertenecen a esta generación (Unamuno, Baroja, Azorín, Valle-Inclán y Machado -estos dos últimos en menor medida) encontraremos estas pinceladas que bosquejan su cuadro:
Preocupación por España.
Aparición continua de su paisaje y a sus gentes.
Dudas existenciales y referencias al sentido de la vida, la eternidad y Dios.
En el momento en que ven la imposibilidad de regeneración, cierto pesimismo.
Estos puntos definen la obra de estos insignes españoles, pero en todos ellos aparecen rasgos personales.
En el caso de Unamuno destaca su amor a la paradoja y su especial interés por la relación del Creador con lo creado (autor-personaje en Niebla) o por el conflicto entre la verdad y la fe (San Manuel Bueno, mártir).
En el caso de Baroja debemos tener en cuenta la aparición de recuerdos autobiográficos en El árbol de la ciencia y, como en Unamuno, el hecho de que el conocimiento filosófico (tan importante en la obra) o racional de la vida no conduce a la felicidad.
Con Machado, en cambio, nos quedamos con un rasgo modernista que no aparecen en los “purasangre” noventaiochistas: el simbolismo. En los poemas del profesor sevillano destinado a Soria también aparece el paisaje castellano, pero siempre como símbolo de la forma del sentir popular o el de su propio corazón.
El último autor que reseñamos anterior a la guerra es Lorca. Del granadino, siendo un autor complejo, nos quedamos con su obra de teatro La casa de Bernarda Alba, que aparece como una obra llena de personajes y nombres que simbolizan la autoridad (Bernarda) o la rebeldía (Adela) en el trágico mundo rural andaluz. Las que viven encerradas en la casa por el riguroso luto son todas mujeres, pues representan para el autor mejor que nadie los conflictos, los deseos reprimidos y el dramatismo que conduce al triste final.
Nos quedan ya Cela y Mendoza.
Del gallego notaremos su conocido “tremendismo” (esa búsqueda en la breve descripción del lado más crudo de la realidad), su crueldad con los personajes y su excelente manejo del lenguaje, que hace creíbles los personajes de la más variada clase social.
Finalmente, del catalán buscaremos ese cubismo literario que mezcla diferentes puntos de vista, narradores y estilos, desde la novela folletinesca a la negra.