La nueva evolución

Sabéis que siempre os hablo de mi pasado científico. La razón siempre se siente atraída por el saber. El corazón por las letras. Y siguiendo el silogismo, sabéis también que gente con corazón sólo se encuentra en humanidades. 😉

Razonablemente, siempre me atrajo  la teoría de la evolución. Cuando la escuché por primera vez me puse a imaginar, como muchos, la raza humana futura, con cerebros cada vez mayores y cuerpos cada vez más inútiles. Algunos iban más lejos y veían ese cerebro conectado a un dedo bien gordo que sólo serviría para pulsar un botón. Más tarde, pasada la furia fantasiosa y recapacitando en las leyes de la teoría evolutiva, me percaté de que el hombre no evolucionaría más, pues la teoría postula que las mutaciones genéticas que se producen en todos los seres sólo se transmiten si esa mutación te proporciona una ventaja evolutiva que te haga sobrevivir ante los cambios que se producen en tu ecosistema y, así, reproducirte, transmitir tu mutación genética y hacer que la raza evolucione.

Pero en el caso del ser humano cambian las cosas, pues controla el ecosistema, lo adapta a sus necesidades al contrario que todos los demás animales. Además, sus conocimientos médicos han hecho que especímenes inviables en la prehistoria, vivan con normalidad en nuestros tiempos; hablo de diabéticos, hemofílicos y demás enfermedades que pueden transmitirse genéticamente. A los ojos de los espartanos, los neonazis o los que esperan con Nietzsche la llegada del superhombre, nuestra raza, nuestra especie se debilita, se carga de rémoras que infectan nuestro ADN puro con lacras que harán del ser humano un bicho débil y repulsivo. Y, debo decir, que me encantaba que los avances médicos les lleven la contraria. Hasta hoy.

Aquí viene el dato que me ha hecho escribir y hablar de la evolución: el hombre sí está evolucionando. Para alegría de los que desean el advenimiento de la superraza, fuerte, pura, inmaculada, me comentan diversos profesores de educación especial que cada vez tienen menos alumnos, que, promoción tras promoción, sus clases son más exiguas. ¿Y a qué se debe esto? Pues a otro tema que me interesa sobremanera y que nos venden como otra conquista social y científica. Pues claro, sí, sí, al aborto.

Cada vez hay menos casos de síndrome de Down y, con ellos, menos casos de enfermedades fácilmente detectables durante el embarazo. Ya me han contado más de una vez situaciones en la que el ginecólogo prácticamente obliga a la madre a someterse a la prueba de la amniocentesis -que en algunos casos puede inducir ya un aborto- si tiene sospechas de que el niño tenga el temido síndrome y, si ésta no cede , la hace firmar un papel que lo exima de responsabilidades si el niño viene “mal”.

Es así que cada vez se ven menos a estos niños que a mí siempre me parecieron más felices que nosotros y que, curiosamente, quién sabe, podrían abrir líneas de investigación contra el cáncer, pues raramente lo padecen.

Me da miedo pensar que cuando la medicina, en su imparable avance, nos sepa decir (como en Gattaca) qué enfermedades podrán padecer nuestros embriones, deje de haber, no ya síndromes de Down, sino también hemofílicos, diabéticos, … Y cuando la sociedad esté lo suficientemente anestesiada y moralmente muerta desaparezcan también hasta las miradas miopes, los calvos o los bajitos y vivamos rodeados, en cambio de altos, fuertes, inteligentes y sin mácula(¿rubios de ojos azules?) , en el mundo feliz de Huxley y, contrariamente a lo que pensaba Quevedo no hallemos cosa en que poner los ojos que sea recuerdo de la muerte.

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