Siete cosas me has robado con tu marcha.
Me has quitado el deseo de levantarme cada mañana pues sé que ya no encontraré tu mirada por el pasillo, en la escalera, en la entrada, para que me ilumines el día.
Me has robado el placer de mirar atrás, a tu pupitre, porque nadie puede llenar tu ausencia.
Me robaste el placer de encontrar tu letra en la pizarra. A veces, subo a clase antes de que nadie lo haga y, entre los garabatos escritos, las fechas y los números, intento descubrir la sombra que aún permanece donde la tiza que manejaba tu mano dejó tu preciosa escritura. Y la sigo con los dedos, con los labios o con una lágrima.
Te has llevado el darme cuenta de que la vida sigue, de que ya no debo buscarte.
Te me has llevado la sonrisa de la cara y la has cambiado por esta extraña mueca que solo me abandona cuando sueño contigo. Sí, cuando sueño contigo. Y como es el único momento en el que me siento feliz, también te has llevado el deseo de despertarme.
Te llevaste mi alma aquel día que me susurraste un secreto al oído y, con la cercanía que da la confidencia, tu aliento ladrón en mi cuello se llevó prendido mi corazón con el aspirar de tu boca.
Todo eso te has llevado. Siete Momentos que son las siete vidas del gato triste y azul de la canción que ahora te escribe y te pregunta: ¿por qué no me llevaste contigo?