Derecho de consorte


   Conforme me acerco a la cuarentena voy pensando que cada vez me sorprendo menos. Pensaba también que vivía en el mejor de los mundos posibles, que la cosa había evolucionado desde los tiempos del derecho de pernada. Últimamente pienso que soy un iluso y que todavía me quedan algunos resabios de mi adolescencia que debo replantearme.

   En otros tiempos, cuando los políticos se preocupaban por el bien de las familias (la mayoría de sus votantes), era posible dentro del mundo de los funcionarios que esposo y esposa se reuniesen si tenían diferentes destinos: se escogía el lugar que menos solicitado estuviese y allí se reunía la familia.

   Como digo, esto desapareció. Pero no del todo.

   Volví a sentirme joven pues volví a sorprenderme. Y es que oí hablar del derecho de consorte: cuando una señora es la esposa de un alto cargo puede solicitar el traslado para trabajar con su marido y se lo concederán porque es la esposa de un alto cargo, pero si eres un “mindundi” no.

   Según la segunda acepción de la RAE, democracia significa: Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado y yo en esta medida no veo la democracia por ningún lado. Ser funcionario ya tiene la ventaja sobre cualquier autónomo de tener seguridad de sueldo con sus respectivas subidas a lo largo de su vida laboral, la práctica imposibilidad del despido, la posibilidad de elegir una compañía médica distinta de la seguridad social (para no mezclarse con la plebe) y, para más INRI, si estás casado (o “arrejuntado”, que vivimos en una sociedad muy moderna) con un “alto cargo”, te vas con él a donde sea, y te dan la plaza de alguien que no va a poder solicitarla porque su marido es fontanero.

   En fin, que estas cosas me cabrean. Será que me hago mayor,

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