Leer o no leer, that is the question

 

 


   Como profesor de lengua, siento una fuerte frustración al comprobar que se hace cada día más difícil enseñar la asignatura. Antes había menos que enseñar, puesto que la gente ya sabía bastante: los textos a los que se enfrentaban eran más complejos y las lecturas eran de más calidad. Antes sentía uno cierto pudor y se avergonzaba al no entender algo. Hoy casi nadie se avergüenza, porque nadie entiende nada.

   Hoy me veo incapacitado para sacar adelante buenos escribidores, que no ya escritores, pues he de suplir las carencias con las que el alumno llega a mis manos. Y me resulta imposible: tengo menos horas, menos interés por parte de los alumnos y menos apoyo fuera del colegio.

   Pero todo se solucionaría si la gente leyera. Me consta que los libros que mando no crean hábito de lectura, y no por los libros sino porque cualquier lectura obligatoria es contraproducente.

   Todos los grandes escritores han sido grandes lectores. A escribir hay que aprender. No voy a hablar de los beneficios y bonanzas de la lectura, pues son demasiados. Sólo me fijo en dos consecuencias de la ausencia de esos beneficios.

   Es tristísimo corroborar día a día que el lenguaje de la gente es cada vez más pobre. Es muy triste porque siendo pobre el lenguaje se hace pobre el pensamiento. ¿No duele tanto que da miedo oír esos “Yo me entiendo”, esa renuncia a poder expresar lo que uno piensa o siente?

   Y segundo, claro aviso a navegantes: el que no lea tiene difícil aprobar lengua en segundo de bachiller.

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