Ganas de polémica o de por qué estudié filología y no matemáticas ni historia

Cassius Clay

  Evidentemente cada cual defiende lo suyo. Y puesto que Sinremedio arrojó el guante, no me queda más remedio que recogerlo y devolverlo. 

Como muchos sabrán, tuve un pasado oscuro y científico: ya se sabe que las espinillas impiden ver la realidad con claridad y tomar la decisión correcta.  Y lo cierto era que el 85% de la población con acné de mi instituto se decantaba, matemática y pragmáticamente, por las ciencias, arrinconando a los de humanidades como bichos raros que eran (28 niñas y 4 niños y, de estos, alguno no lo tenía muy claro). Y yo, que nunca me caractericé por una personalidad arrolladora, no quise ser bichito raro y allá que me fui a darme de tortas con la física, la química, las matemáticas, … Quizá mi profesora de lengua y tutora sembró la duda de si era lícito decidir la carrera por lo práctico dejando a un lado lo que te pedía el corazón -ya se sabe que el corazón tiene razones que la razón no entiende

Desde luego no me arrepiento de mi cambio de rumbo. Quizá mis paseos con los papeles de las preinscripciones por las masificadas Económicas y Peritos me terminaron de asustar y pasar al lado oscuro, en donde la gente con labia y un poco vividora se arrejuntaba, a la facultad de Letras (Humanidad es).

En definitiva lo que ha de definir vuestro futuro académico no sólo ha de ser guiado por la razón: vuestras inclinaciones y aptitudes tienen mucho que decir, que después, en cinco años, la razón empieza a dudar y el corazón se hace más fuerte.

Además, si lo anterior no me redime, en ciencias no había mujeres como Reyes.

Vale.

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